El Informe Delors (Delors, 1996) establece cuatro pilares fundamentales de la educación: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a convivir. Al hablar de convivencia, se puede decir que los dos últimos pilares están estrechamente ligados, de manera que mientras el primero afirma que es objetivo fundamental de la educación el desarrollo global de la persona, el segundo ejerce una doble misión en la educación, mostrar, por un lado, la diversidad de las personas y, por otro, conseguir la interdependencia entre ellas.
Así, Fierro-Evans y Carbajal-Padilla (2019) definen el concepto de convivencia como los procesos y resultados del esfuerzo por construir una paz duradera entre los miembros de la comunidad escolar, a partir de prácticas pedagógicas y de gestión inclusivas, equitativas y participativas que aborden de manera constructiva el conflicto. La convivencia así definida no se orienta solamente a la reducción de los niveles de violencia escolar, sino que también se ocupa de fortalecer los aprendizajes académicos y el desarrollo de capacidades democráticas en los alumnos, la capacidad de diálogo para enfrentar los conflictos interpersonales de manera positiva y la capacidad crítica y argumentativa para implementar proyectos comunes o enfrentar conflictos sociales. Carbajal-Padilla (2016) va un paso más allá, alegando que la convivencia democrática debe reconceptualizarse desde una perspectiva de educación para la justicia social desde la cual la distribución equitativa de poder se considera un elemento esencial para erradicar la violencia estructural y cultural. La convivencia democrática así planteada se convierte en el currículum explícito e implícito a desarrollar en las escuelas a través de pedagogías que promuevan la resolución pacífica de los conflictos, la equidad y pedagogías culturalmente relevantes que ofrezcan alternativas sostenidas para construir la paz.
Un concepto muy relacionado es el de clima escolar, definido por Herrera Mendoza y Rico Ballesteros (2014) como el conjunto de características psicosociales de un centro educativo otorgadas por los individuos, que, integradas en un proceso dinámico, confieren un peculiar estilo a dicho centro, condicionante, a la vez, de los distintos procesos educativos. El clima escolar será definido teniendo en cuenta las percepciones de los miembros del entorno educativo en cuanto a las relaciones interpersonales establecidas entre ellos, por lo que incluye tanto la percepción que los jóvenes tienen sobre su contexto escolar como la que tienen los profesores sobre su entorno laboral. El clima de un centro tiene importante repercusión en la convivencia que se desarrolla en el mismo (Herrera Mendoza y Rico Ballesteros, 2014).
La convivencia es un gran valor positivo de la cultura escolar, tanto para escolares como para los adultos relevantes, lo cual no significa la negación de cierto grado de conflictividad en el caso de que la haya. Uno de las piedras triangulares en cómo se percibe la convivencia es la percepción de coherencia en el establecimiento y el sostenimiento de las normas, siendo a este respecto los escolares los más críticos y quizás mejor informados y las familias las que parecen peor informadas (Del Rey, Ortega y Feria, 2009). Examinar la convivencia en los centros desde una perspectiva amplia que muestre toda su complejidad implica no quedarse únicamente en el análisis de los conflictos, sino también del resto de conductas que la perturban. Ramírez Fernández y Justicia Justicia (2006) trabajan con cinco dimensiones: conductas de desinterés académico o de rechazo del aprendizaje, conductas disruptivas que deterioran o interrumpen el proceso de enseñanza-aprendizaje, conductas agresivas, conductas indisciplinadas que suponen un desacato a las normas de organización y funcionamiento, y conductas antisociales que atentan contra la integridad física o psíquica de los demás.
Esperamos que os haya gustado. Si quieres saber más acerca de este fenómeno, ¡te esperamos en el próximo post!
Docentes, familias, orientadores: ¿Cómo trabajan la convivencia desde vuestros centros? ¡Os leemos en comentarios!
Referencias:
Carbajal-Padilla, P. (2016). Convivencia democrática en las escuelas. Apuntes para una reconceptualización. Revista Iberoamericana de Evaluación Educativa, 6(2), 13-35. https://revistas.uam.es/riee/article/view/3403
Del Rey, R., Ortega, R. y Feria, I. (2009). Convivencia escolar: fortaleza de la comunidad educativa y protección ante la conflictividad escolar. Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, 23(3), 159-180.
Delors, J. (1996). Los cuatro pilares de la educación. En La educación encierra un tesoro. Informe a la UNESCO de la Comisión Internacional sobre la educación para el siglo XXI (pp. 91-103), Madrid, España: Santillana/UNESCO
Fierro-Evans, C. y Carbajal-Padilla, P. (2019). Convivencia escolar: una revisión del concepto. Psicoperspectivas, 18(1), 1-14. https://dx.doi.org/10.5027/psicoperspectivas-vol18-issue1-fulltext-1486
Herrera Mendoza, K. y Rico Ballesteros, R. (2014). El clima escolar como elemento fundamental de la convivencia en la escuela. Escenarios, 12(2), 7-18. https://doi.org/10.15665/esc.v12i2.311
Ramírez Fernández, S. y Justicia Justicia, F. (2006). El maltrato entre escolares y otras conductas-problema para la convivencia. Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa, 4(9), 265-290. https://dx.doi.org/10.25115/ejrep.v4i9.1190
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