lunes, 26 de abril de 2021

BULLYING O ACOSO ESCOLAR, ¿QUÉ ES?

El bullying se define como una forma de maltrato, perjudicial y persistente de un estudiante o grupo de estudiantes hacia otro compañero al que convierte en su víctima habitual, sin que medie provocación e incapacitando a la víctima para salir de esa situación, acrecentando la sensación de indefensión y aislamiento (Cerezo, 2009). Los estudios realizados en centros de primaria y secundaria del territorio español revelan que la problemática del acoso escolar se da en todos los centros escolares estudiados, situando el nivel de incidencia actual en torno al 23% (Cerezo, 2009). La mayor incidencia se encuentra en el primer ciclo de ESO, entre los 12 y los 14 años, y desciende según la edad aumenta (Ávila-Toscano et al., 2010). La violencia escolar no solo tiene que ser ejercida entre iguales, sino que se puede incluir la del profesor hacia el alumno, la del alumno contra el profesor o la, cada vez más significativa, de los padres de los alumnos sobre el profesorado (Lou, 2011).


El acoso escolar se considera un fenómeno grupal en el que la mayoría de escolares de una clase desempeñan un rol definible. Como señalan Salmivalli et al. (1996), desde un análisis socio-grupal del acoso pueden definirse seis roles implicados: (1) agresores, que dirigen la acción intimidadora; (2) ayudantes del agresor, que tienen un papel activo ante la agresión pero principalmente como seguidores más que como iniciadores; (3) animadores del agresor, que ríen o jalean para reforzar la agresión; (4) víctima, el blanco de las agresiones; (5) defensor, quien manifiesta su rechazo por la agresión y muestra empatía por la víctima; (6) público, no hacen nada ante la agresión generalmente por miedo. Como en todo fenómeno grupal, determinados roles poseen determinados estatus. La posición sociométrica de los implicados evidencia cómo algunos elementos de la interacción dinámica del grupo contribuyen a reforzar los roles del agresor, ya que recibe refuerzos, y a la vez, la indefensión de la víctima, ya que suele estar aislada (Cerezo, 2009). De hecho, las víctimas poseen el estatus más bajo: puntúan alto en rechazo social, bajo en aceptación social y su estatus en el grupo más frecuente es el de ser rechazados (Salmivalli et al., 1996).

Tanto agresores como víctimas se catalogan como sujetos envueltos en un mayor número y variedad de conductas problemáticas para la convivencia en comparación con el resto de compañeros. Analizándolo junto a las dimensiones sobre problemas de convivencia, las víctimas se muestran como personas desadaptadas del entorno escolar, que entorpecen el proceso de enseñanza-aprendizaje y la dinámica de clase, que expresan poco interés por el trabajo del aula. Los intimidadores, por su parte, sobresalen en problemas de convivencia como conductas disruptivas y comportamientos agresivos dirigidos hacia profesores. Respecto al público, presentan menos problemas de convivencia en todas las dimensiones que el resto de escolares participantes en situaciones de maltrato (Ramírez Fernández y Justicia Justicia, 2006). Haciendo una breve mención a la variable género, los alumnos están más implicados que las chicas en este tipo de situaciones, especialmente como agresores (Cerezo, 2009).


El bullying no se reduce a golpes físicos y peleas. La forma en la que se comete puede ser verbal, física o de aislamiento social hacia la víctima, y las agresiones pueden ser tanto indirectas como directas (Armero Pedreira, Bernardino Cuesta y Bonet de Luna, 2011). Por ejemplo, una agresión verbal directa es ponerle un mote a una persona, y una agresión verbal indirecta es difundir falsos rumores sobre ella. Respecto al contenido, pueden ser agresiones racistas si hacen referencia al origen étnico del sujeto, sexuales si incluyen burlas con connotaciones sexuales, y homófobos si tienen que ver con la orientación sexual. Si el medio utilizado para llevar a cabo la agresión es electrónico (a través de mensajes de móvil, el ordenador o las redes sociales) se habla de bullying digital o cyberbullying (Armero Pedreira, Bernardino Cuesta y Bonet de Luna, 2011). El cyberbullying, el cual trabajaremos y profundizaremos más adelante, presenta una serie de características especiales, como que infunde una mayor inseguridad en las víctimas ya que pueden recibir amenazas desde cualquier medio, acontece en tiempos y lugares inespecíficos y su detección es más complicada al producirse fuera de los límites del centro escolar. Estas características peculiares dañan especialmente a las víctimas, alarma que se acrecenta si se tiene en cuenta la elevada prevalencia de víctimas de este fenómeno y el aumento del mismo por el auge de las redes sociales en los últimos años.


Las investigaciones referentes al contexto escolar identifican el origen del fenómeno del bullying principalmente en dos variables: (1) microsistemas sociales tóxicos que favorecen la aparición y permanencia de conductas de rechazo entre iguales, provocando entre ellos una relación interpersonal no equitativa (Martorell et al., 2009), y (2) el déficit de inteligencia emocional, elemento clave para comprender y abordar la violencia escolar (Garaigordobil y Oñederra, 2010). Por otro lado, los resultados que obtuvieron Jiménez Gutiérrez y Lehalle (2012) apuntan hacia el malestar subjetivo como principal factor de riesgo de la conducta violenta. Como se ha establecido anteriormente, el clima escolar viene definido por las percepción de los miembros del entorno educativo, y si la percepción del contexto escolar es negativo, se genera malestar subjetivo. El adolescente se verá protegido de este malestar si percibe que su familia, escuela y comunidad son fuente de satisfacción vital y autoestima.


Esperamos que os haya gustado. Si quieres saber más acerca de este fenómeno, ¡te esperamos en el próximo post!

Docentes, familias, orientadores: ¿Cómo se gestiona el bullying en el centro? ¿Os veis capacitados para los nuevos retos que plantean las nuevas tecnologías en el paradigma de la convivencia escolar? ¡Os leemos en comentarios!






Referencias:


Armero Pedreira, P., Bernardino Cuesta, B. y Bonet de Luna, C. (2011). Acoso escolar. Revista Pediatría de Atención Primaria, 13(52), 661-670. https://dx.doi.org/10.4321/S1139-76322011000600016

Ávila-Toscano, J. H., Osorio, L., Cuello, K., Cogollo, N. y Causado, K. (2010). Conducta bullying y su relación con la edad, género y nivel de formación en adolescentes. Psicogente, 13(23), 13-26. 

Cerezo, F. (2009). Bullying: análisis de la situación en las aulas españolas. International Journal of Psychology and Psychological Therapy, 9(3), 383-394. 

Garaigordobil, M. y Oñederra, J. A. (2010). Inteligencia emocional en las víctimas de acoso escolar y en los agresores. European Journal of Education and Psychology, 3(2), 243-256. https://doi.org/10.30552/ejep.v3i2.55

Jiménez Gutiérrez, T. I. y Lehalle, H. (2012). La violencia escolar entre iguales en alumnos populares y rechazados. Psychosocial Intervention, 21(1), 77-89. https://doi.org/10.5093/in2012v21n1a5

Lou, M.A. (dir) (2011). Atención a las necesidades educativas específicas. Educación Secundaria. Madrid, España: Pirámide.

Ramírez Fernández, S. y Justicia Justicia, F. (2006). El maltrato entre escolares y otras conductas-problema para la convivencia. Revista Electrónica de Investigación Psicoeducativa, 4(9), 265-290. https://dx.doi.org/10.25115/ejrep.v4i9.1190

Salmivalli, C., Lagerspetz, K., Björkqvist, K., Österman, K. y Kaukiainen, A. (1996). Bullying as a group process: participant roles and their relations to social status within the group. Aggressive Behavior, 22(1), 1-15. https://doi.org/10.1002/(SICI)1098-2337(1996)22:1<1::AID-AB1>3.0.CO;2-T

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